LA LEPERA

“Jacinta era de estatura mediana, con más gracia que belleza... ” Me agradaba vislumbrar su contoneo en su transitar con zapatos cuidados celosamente.  Reía para mis adentros, al contemplarla, en su regreso con la cesta de frutas tempranas que traía de su finca de las Rosas por la estrecha y empedrada  Calle Real de Agulo.
 Me sentía perdido y embriagado de todo su encanto. La brisa, de espalda, me traía su aroma a higos, a savia, a romero, mientras se allegaba a mi portal, cercano a la iglesia de San Marcos.  Su garbo, su dignidad con su enfática elegancia, la hacía única. Quedó estampada en mi retina, esta lepera. 
-Jacinta, La finca de Las Rosas te surte de suculentas frutas. Le reconocía yo con rubor. - Lo que más trabajo cuesta más dulce llena la cesta y más se estima; alegó con certeza. Misteriosa como la magia se sonrió, giró la cabeza, continuó bajando la calle hacia la costa con rumbo a la senda del caserío de Lepe. Mis pensamientos, al ver que no se atajó y continuó su camino, se me agolpaban, me aturdían, se hacían concurrentes: 
-¡Eres una luz increíble!
 -Deja que tu corazón sepa.
- Con tus faldas de colores...
¡Me vas a chiflar!
-Fascinas como La Encarnación. 
La lepera no me escuchaba, solo eran mis cavilaciones. Doblaba por la calle de la Iglesia con brío. Su donosura dejaba un rastro tras de sí. 
Hizo una pausa, en su andar, junto a la Torre. Apoyada en la pared, vio al Sol ocultándose entre las nubes, y a lo lejos sobre el horizonte, en el azul del mar,
majestuoso el Teide acentuado por sus nieves tardías. 
- El volcán está solo en el ancho mar. Profirió. Su alma gemía. Sus pensamientos se agitaron recordando las palabras de José.
-Él siempre amable. -Lo relegué. -Lo arrumbé.
- En mi caserío inmortal, allá abajo, no llenaré mi alma de lágrimas.
¡Anímate, Jacinta, volverás a ver a Pepe!, se impelía ella.
-Que extraño, todo es complicado, todavía estamos a tiempo. No le dejaré pesaroso. Somos dos efímeros escapando de nosotros mismos. Al final de mayo, 
los frutales estarán recargados. Ofreceré, a José, subir a las Rosas. Juntos llenaremos las cestas para el mejor arco de frutas. Será el símbolo de nuestra cultura.
Estaremos unidos, ¡Relumbraremos!
                                                                                                                        ©Teguer