Yendse, La Paloma Turqué
La Fortaleza no duerme. Garajonay está en vela. Lloran los Chorros de Espina. Lloran el mar y la arena.
Se van, dejan sus campos despeinados, La Fortaleza se apena. Aquel esplendor de espigas doradas y esbeltas mecidas por las brisas de los campos en el mes de junio ha desaparecido. Sólo se vislumbra, a lo lejos, matorrales tristes y enjutados. La Fortaleza rememora los veranos abrasadores. Las labores del campo han sido desdeñadas.
La Fortaleza no duerme. Berrean algunos animales. Caen de tristeza las hojas de los árboles. Su bosque tiembla de miedo. Se revuelca de dolor. El Garajonay observa, se aviva, siente en sus pies un hervor. Los agricultores se han ido poco a poco. Su monte próximo está escaldado, está zafio; el verano lo inflama. El Garajonay está presto, el Garajonay está en vela.
¡Previsiones para mañana!; habrá tiempo del este con riesgo de fuerte calor. ¿Adónde ha ido la frescura de antaño?
Mis chorros están mermados, mis fuentes se secan, mis vecinos emigran, este agosto es el más ajado. Una paloma llega a mi manantial, huye del fuego que le aboca. Cruzó sobre La Fortaleza, rodeó El Garajonay y se acerca ...
Sacia su sed en mi charca colmada de lágrimas.
- Mi paloma turqué “Yendse"...
- No te amargues ...
- Ya pasará este calor ...
¡Susurra el agua! ... Lloran los Chorros de Epina.
¡Emigran! La isla se marchita, se desguarnece, las fuentes están menguadas, los alisios pasan y no saludan. ¡Los montes piden nieblas! Algunos moradores se dirigen al refugio pesquero. Les espera un barco. Buscan nuevas vidas en tierras lejanas.
Hay tiempo ..., se dan un último baño en la playa de arena negra, arena revolcada, arena agotada. Suben a la embarcación y se alejan.
Se desunen de su "Isla Mágica". Mientras se alejan se abstraen, cavilan. Sus pensamientos están en los queridos bosques de laurisilva, en Yendse, en sus apreciados campos, en La Fortaleza, en El Garajonay, …, en Los Chorros de Espina.
Perciben unos gemidos .... ¡llora el mar y la arena! ©Teguer